
Se acabó lo que se daba, se terminaron las oportunidades para el pobre. Otra vez el frío enviste su frágil humanidad, otra vez la indiferencia de una sociedad que lo excluye y lo culpa de todo mal, lo acercan bruscamente al sufrimiento, y con ello también al rencor.
En menos de una semana pasamos de tener una termina media de 30 grados a sufrir una mínima 7º C; y para hoy estaba pronosticada una mínima de 3ºC.
Pero claro que usted y yo no la sentiremos, seguramente tenemos en nuestras casas, por más humildes que sintamos que sean, alguna que otra estufa a cuarzo o una salamandra para calentarnos, o en su defecto, una cobija calentita tejida por alguna abuela o comprada en el mercado de pulgas. En el peor de los casos, usted, ciudadano de clase media-baja, tendrá algún pulovercito que ponerse, o un licorcito por allí guardado para calentar el cuerpo. Pero esos son lujos que más de un tercio de la población de Concordia no se puede dar. Y si nosotros necesitamos de esas cosas para combatir unos cómodos 15 grados centígrados que hay dentro de nuestras casas; imaginémonos al menos, lo que debe se para aquellos que sienten dentro de su casilla el mismo frío que hay afuera y no pueden siquiera pensar en prender algún mechero para calentarse, porque esto pone seriamente en riesgo la precaria vivienda de tablitas de madera de pino y techo de cartón en la que viven...