domingo, 18 de julio de 2010

Vivienda digna, trabajo y abrigo, derechos humanos, solo eso pido



Otra vez el frío me invita a escribir. Hacía ya bastante que no me salía, debo confesar que me fue más fácil subir notas de página 12, no solo por falta de inspiración, sino por lo interesantes que me parecieron.
Y ahora, como en aquella, una de mis primeras notas de El Movilero.
Es el frío el que me invita, no de muy buena manera, a desplazar mis dedos furiosamente por las teclas, ya demasiado castigadas de mi teclado.
Este frío que no tiene ideología ni tampoco amigos o enemigos, pero que aventado sobre un pueblo egoista e ignorante, puede ser una cruel manera de mostrarnos nuestra más asqueroza humanidad, una humanidad inhumana. No es el frío el que mata niños de hipotermia y enfermedades respitratorias, sino la ausencia de un Estado que se ha olvidado de lo básico, yo diría desde siempre, desde que tengo memoria, y ese Estado somos todos

Frío, que ambigua suena esa palabra cuando lo tenemos todo, que poco nos afecta en la cotidianeidad de vivir. A lo sumo nos preocuparemos por tener que pasar a comprar leña antes de llaga a casa, o por tener que decidir, ¿de que color debe ser la bufanda que me compraré? Para que haga juego con mi vestuario.
Para los que tienen todo, o los que tenemos un poco de lo necesario, el frío, el invierno, es solo una estación que habrá que pasar; a la que seguramente le encontraremos la parte linda, inspiradora.

¿Y cuales son esas partes lindas? "Mirar la tele en la cama, tomar la sopita calentita o leer cerca de la chimenea". Esas no son cosas del invierno, esas son cosas del confort. Un confort que muchos no tienen. Y no quiero decir con esto que porque otros no lo tienen tengamos que renunciar a ello, aunque sería un gesto muy noble, para quien lo quiera practicar.

Solo digo que no podemos darnos el lujo de decir que está lindo el invierno, porque en Concordia y en el mundo, cada vez son más los hombres, mujeres y niños que lo sufren, y no es que sea culpa del frío o del invierno –simples fenómenos naturales impredecibles, o peor aún, predecibles-.
Digo peor aún porque a pesar de ser predecibles, no hemos hecho nada para evitar ese sufrimiento, a pesar de que cada año sabemos que habrá invierno, y que cada año sabremos que hará frío. Igual no hacemos nada.

El estado como siempre actúa tarde, las frazadas van a llegar a mediados de julio, pero el frío empezó hace ya tres semanas, y hace una semana comenzó una ola polar, que nos tuvo a un grado bajo cero por la madrugada, y usted lo sintió, que vive en casa de material y con al menos dos o tres estufas en casa.
Yo lo sentí también, que tengo una camperita bastante gordita para cubrirme a la intemperie cuando salgo del trabajo.   

¿Cree a caso que no lo sientes los más de 80.000 concordienses que viven en casillas de madera? Ellos sienten el frío colarse por doquier, por entre las tablas, por el techo de cartón, y por el mismo piso, que es de tierra o de cemento en el mejor de los casos. La única opción para calentarse es prender una estufa o mechero, pero esa opción también conlleva el riesgo de perderlo todo, por la alta combustibilidad de su precaria casita.

¿Que podemos decir? nada, no digamos nada, porque eso de nada sirve.
Una vez más, y antes de que caiga en esta ciudad otra persona dura del frío, quiero volver a reclamarle a las autoridades que he votado, y a la sociedad toda, que se garanticen los derechos de estos compatriotas, que viven en una casas tan precarias, que es lo mismo afuera que adentro, mientras las casas del IAPV se despilfarran entre los punteros que acumulan propiedades por doquier.

Se que es fácil decirlo, y difícil hacerlo, se que detrás de todo este manto de corrupción, hay internas políticas, y la ya instalada sociedad clientelista, que dificulta tanto hacer las cosas como deben ser.

Por eso no se lo exijo solo al Gobierno, sino a todos, a los que ponen la firma y a los que la solicitan. A los elegidos y a los electores. Y por supuesto también a los que hoy son protagonistas de esta nota. Para que sepan demostrarle a la sociedad, que pueden devolver lo que se les da, que en realidad es poco comparado con lo que años de malos gobiernos les han quitado.

En fin, para que ya no halla villas miseria,  para que ya no haya desocupados, para qeu se garanticn lso derechos humanos más básicos, un esfuerzo de toda la sociedad es lo que pido.

Pero en lo inmediato, una solución efectiva, abrigo y resguardo digno para las miles de familias desposeídas de esta ciudad, alimento que alimente, abrigos que abriguen. Y trabajo que dignifique.

Se que parece mucho pedir, pero en realidad, no es tanto,  “Solo por amor a los desposeídos, no debemos perder jamás la esperanza”

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